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sábado, 23 de septiembre de 2017

Sobre héroes y tumbas en su política


                                                                  Alberto Julián Pérez ©
    
            Sobre héroes y tumbas es la novela emblemática de la argentina de la década del cincuenta. Publicada en 1961, tuvo un lento y trabajoso proceso de gestación (Carricaburo XLVII-XLIX). Sábato consideraba a la novela el género representativo de la problemática del hombre de nuestro tiempo. La veía como un género abierto, que incorporaba múltiples estilos y discursos. Un género dinámico, que reflejaba en su trama y en sus personajes la historia, y producía su propia filosofía del hombre. Esta filosofía era puesta en juego en su escritura, que se apropiaba de nuestra comedia humana en toda su diversidad y la proyectaba al plano de la lectura. Esa era la apuesta de Sábato.
Sobre héroes y tumbas tuvo una recepción extraordinaria en su medio durante la década del sesenta. Fue una época políticamente signada por la resistencia peronista y la rebeldía juvenil. Los intelectuales leyeron en la novela múltiples problemáticas y las discutieron con la pasión que los caracteriza. (Cohen Imach 620-38). Las interpretaciones de Josefina Ludmer y los jóvenes de la revista Contorno testimonian el lugar central que ocupó la obra durante esa década ( Foffani y Chiani 578-615).
            La reciente edición crítica, dirigida por María Rosa Lojo, estudia el proceso de su recepción y asigna a la obra un lugar fundamental en la formación del canon literario nacional. Sobre héroes y tumbas transformó la historia de la novela argentina y revaloró el papel del intelectual en nuestra literatura. Luego de la irrupción de Borges y Sábato en nuestro mundo literario, el escritor argentino de avanzada se define como un escritor hiperculto colocado en la intersección de los saberes de la modernidad, desde donde observa el drama de la vida contemporánea y lo interpreta.[1] Es un testigo lúcido que sufre todas las limitaciones de los actores de la sociedad civil. Ve mucho pero no puede cambiar las circunstancias. Comprende pero resulta víctima de los hechos.
            Trataremos en nuestro trabajo de leer Sobre héroes y tumbas en su política: entender en qué medida y cómo esta novela, a más de cincuenta años de su publicación, nos habla de la Historia, de las historias argentinas. Veremos si, independientemente de la voluntad y los propósitos de su autor, logra dar testimonio integral de su tiempo, y si el arte se manifiesta en su autenticidad, apelando a su propia historia, para comunicarnos su verdad. La verdad de la novela refleja el poder del género para mostrarnos un acontecer social que no podíamos ver en su complejidad y el arte del escritor hace aparente. El deseo de Sábato era reflejar esa totalidad. Esa fue la ambición de la novela de los años sesenta, que dio en nuestra literatura nacional al menos dos grandes obras: Sobre héroes y tumbas, 1961, de Ernesto Sábato y Rayuela, 1963, de Julio Cortázar.

            El autor y su política en la novela

Ernesto Sábato sitúa la acción de su novela, Sobre héroes y tumbas, en un período crítico del primer gobierno nacional peronista: 1953-1955. El destino trágico de sus héroes se define en ese lapso de tiempo. Comienza en 1953, después de la muerte de Evita. El Peronismo sin Evita había perdido parte de su carisma y su atractivo para las masas. La gran interlocutora del pueblo, de sus mujeres y los desposeídos, ya era una mártir. Pero el impacto del Peronismo en la clase obrera y en el empresariado era un hecho innegable, así como el rechazo que la clase media y las oligarquías sentían hacia el régimen. El momento culminante de la acción novelesca tiene lugar durante el levantamiento de la Marina contra Perón y el ataque de la aviación a la casa de gobierno y la plaza de Mayo, que costó tantas vidas de civiles inocentes, en junio de 1955, y la subsiguiente movilización de los militantes peronistas y sus ataques contra la Iglesia, que había estado implicada en la insurrección militar contra Perón (Potash 114-20). Se avecina el final de la década peronista. La vida de los héroes de la novela queda enmarcada en esa etapa dramática de la historia nacional.
Sábato crea para su ambiciosa novela una compleja estructura. Va integrando distintas narraciones y episodios, procurando que estas partes interactúen y se relativicen en la experiencia del lector. Busca una forma nueva, para darle a su novela una dimensión distinta: esa “profundidad” que ambiciona y considera esencial para el género (El escritor y sus fantasmas 792-802). Esta estructura novedosa que concibe permite que sus personajes participen de diferentes tiempos y se sumerjan en el pasado nacional. La novela yuxtapone el pasado con el presente y se proyecta al futuro, y divide el espacio en dos: el espacio superior y el inferior. El mundo existe en dos diferentes niveles, que reflejan el bien y el mal. Fernando desciende al mundo subterráneo de la ciudad de Buenos Aires, en busca del poder secreto y tiránico que domina a la humanidad.
Sábato trabaja por separado las partes de la obra, en un lento proceso de escritura que le toma varios años (Carricaburo XVVII-XLIX). Concibe una forma abierta. Va escribiendo cada parte, organizándola, incorporándole episodios nuevos, corrigiendo. Las dos primeras partes forman una unidad y pudieran ser una novela en sí, que termina con la muerte de Alejandra. La tercera es el informe de Fernando y el descenso al mundo de los ciegos. La cuarta es una reinterpretación crítica de las dos primeras partes desde la perspectiva del personaje que escribirá la historia: Bruno. Bruno es el alter ego de Sábato, quien a través de él discute muchas de sus ideas y vuelca en su novela numerosas memorias de su vida. El autor se proyecta y proyecta su biografía en la novela. Se pone en juego dentro de la misma, en un proceso que continúa en su próxima y última novela, Abaddón el exterminador, 1974, donde figura como personaje, con su nombre  escrito sin acento, como en el idioma italiano: Sabato.
La novela, indiqué, presenta un mundo formado por dos estratos: el superior y el inferior, el visible y el invisible. El mundo secreto inferior es el que controla al superior. Hay un poder que domina al hombre, contra el que éste debe luchar para alcanzar su libertad. Ese mundo es inestable. Las acciones voluntarias de sus personajes se combinan con situaciones imprevistas y azarosas. 
Esta forma de interpretar el poder condiciona su imagen del hombre y la política. Su visión existencial está teñida del liberalismo pequeño burgués que caracteriza a la intelectualidad argentina de esa época. Hay una búsqueda absoluta y metafísica de la libertad, y también un deseo egoísta y mezquino de estar sólo y no depender de los otros. Cada uno trata de defender a toda costa su libertad cuando la siente amenazada. Desconfía de los demás y considera que todo poder es potencialmente tiránico y peligroso y debe ser limitado. Sobrevalora el derecho a la libertad individual y desconfía de las asociaciones grupales.
Sus personajes se rebelan contra las fuerzas capaces de limitar su libertad de pensamiento y su creatividad: el poder político, la razón científica, el interés material. A Sábato lo obsesiona el destino del artista, que necesita de esta libertad para poder realizarse. El artista está en el mundo y en la historia, y el autor busca en esta novela dar testimonio de su condición existencial.
           Sábato concibe su novela fundamentalmente como novela de personajes. Los personajes viven la historia como parte de la sociedad civil: son sujetos de la historia, pero no (salvo el General Lavalle) actores relevantes o dirigentes. Quienes dirigen son los otros. El Peronismo tiene el poder político, y los ciegos poseen un poder secreto. Sábato crea una fantasmagoría alegórica sobre el poder oculto que rige el mundo.
El autor, que tiene una interpretación muy personal de la realidad social, nos plantea dónde está la verdad. Sábato posee una historia política e intelectual compleja: pasó por el anarquismo, el comunismo y el existencialismo. Se desplazó de la ciencia a la literatura. Estas etapas fueron experiencias absorbentes, momentos de autodescubrimiento y conversión. El hombre y la sociedad, para Sábato, están siempre en estado de crisis. Acepta que la vida es inestable. Su objetivo es entonces describir al hombre en crisis y la crisis del hombre en su contexto histórico.
            Las preocupaciones y problemas de la vida privada determinan la búsqueda de los personajes. La historia gravita sobre ellos y los condiciona. Es una fuerza del presente y una fuerza subterránea, un substrato. La Argentina contemporánea del autor vive sobre los conflictos heredados del pasado siglo, los antagonismos entre unitarios y federales, entre liberales y nacionalistas. El Peronismo reactualiza ese enfrentamiento que se despliega dramáticamente durante la acción de la novela.

            La política de los personajes

            Sábato se mete en la vida de cada personaje y va creando una vasta comedia humana. El autor idealiza a sus personajes buenos y libertarios, Martín y Bruno, y nos presenta como a un mártir al cuestionable General Lavalle; condena a los endemoniados: Fernando, Alejandra, y a sus ayudantes: los empresarios cínicos Bordenave y Molinari. Los personajes buenos son desinteresados y antimaterialistas, los malos necesitan del dinero y del poder. El mundo que presenta es bastante maniqueo, pero crea una gran obra de arte: logra analizar y explicar las motivaciones de sus personajes, y profundizar y trabajar en el mundo de éstos.
Hay de su parte una entrega total a su oficio de novelar, tal como él lo concibe. Unió su arte a su vida y siguió un camino ascético lleno de sacrificios: renunció a la ciencia, a la seguridad, a los empleos. Podemos pensar que ése fue un proceso necesario para poder entregarse a su misión (Oberhelman 17-27).  
El arte para él no es gratuito. Su noción de compromiso se parece a la forma en que lo concibieron los existencialistas: compromiso con la condición humana y, sobre todo, con su propia condición como individuo (Sartre 24-8)). Sábato cree en el individuo y busca la libertad individual. Por eso termina rechazando todas las doctrinas políticas que comprometen la libertad individual: el anarquismo, el comunismo, el fascismo. Interpreta al Peronismo, igual que muchos artistas e intelectuales liberales, como un movimiento inspirado en el fascismo europeo: totalitario, populista, nacionalista (Sábato, El otro rostro del peronismo 11-25).
Sábato, como profesional e intelectual pequeño burgués, vive distanciado de la experiencia de las masas y el proletariado. Pero el artista en su búsqueda de verdad procura acercarse a ellos: sitúa la acción de la novela en barrios proletarios de Buenos Aires: La Boca y Barracas. Aparecen en la novela los bares donde van los pobres, sus aficiones y sus temas: el fútbol, el amor a los padres, el tango, la amistad y el gobierno del General Perón. Quienes rescatarán a Martín, el joven recién salido de la adolescencia, de los peligros que lo amenazan, serán sus amigos proletarios: Tito, la sirvienta Hortensia y el camionero Bucich.

Las historias de la novela

            Sus personajes angustiados no pueden escapar su condición existencial. Sufren la soledad y el rechazo amoroso, el amor no correspondido o pasajero, y ven el fracaso de sus ideales. Algunos son víctimas y otros victimarios. Viven encerrados en sus espejismos y en sus ilusiones, y tienen un sentido limitado de la realidad. El presente es reflejo del pasado y lo repite. Martín, después de mucho padecimiento, se va de la ciudad, buscando aliviarse de su mal. Bruno, el escritor que aún no ha publicado obra alguna, será el testigo de estas historias plurales que desarrolla la novela, tal como se las cuenta Martín y lee en el informe de Fernando. Historias que Bruno compartirá con un narrador omnisciente que lo testimonia a él.
         Los personajes se cuentan mutuamente sus historias: ven y son vistos. Martín le cuenta la historia de su vida a Alejandra, Alejandra a Martín, Fernando a los lectores del Informe, Bruno a su narrador testigo (Sábato?). Las historias que cuentan no son sólo las propias, porque cada historia individual está imbricada con otras historias familiares: la de Martín con la de sus padres, la de Alejandra con la de sus ascendientes, los Olmos, y con su propia infancia, la de Bruno con la historia de Fernando y su familia en su pueblo.
Estas historias se ramifican en otras: la historia de la familia de Alejandra con la historia de las Invasiones Inglesas y la campaña de Lavalle contra Rosas, la historia de Fernando y la de Bruno con las luchas anarquistas y comunistas en Argentina, el Informe de Fernando con el poder oculto que domina a la humanidad, la historia de Martín con el mundo de los inmigrantes de La Boca, el pueblo pobre y sus pasiones. Estas historias desembocan en el presente en el que los personajes se encuentran para vivir otra historia y desencadenar el drama. En ese presente completan el cuadro las situaciones que se desarrollan tras los personajes principales para crear una comedia de la vida contemporánea: las historias de los empresarios amigos de Alejandra, de Wanda y su boutique, de Quique el crítico de teatro, la historia de Martín luego del atroz suicidio de Alejandra, la historia del ataque de los peronistas a las iglesias luego del bombardeo de la Plaza de Mayo y la insurrección militar fracasada contra Perón en junio de 1955.

El lugar del héroe

            En estas historias que se imbrican Sábato se enfoca en sus héroes. Cada personaje se siente sólo frente al mundo y busca su salvación. Desean valores absolutos y no siempre entienden lo que quieren, viven en la confusión y el caos. El mundo de los personajes coincide con la historia política, que también es desesperada y caótica. El individuo está en crisis dentro de una sociedad en crisis.
            Lo que guía a los personajes es su pasión. El mundo y la historia los somete a un constante sufrimiento. Dentro de ese mundo de dolor es que buscan sentido y su propia verdad. Cada uno la encuentra a su modo. Los guía su deseo, y ese deseo parece justificar el fracaso y el error. Hay una fuerza vital que los incita a luchar. Lavalle arrastra a todos en su lucha. Finalmente encuentra la muerte. Su lucha es injusta: ha matado a Dorrego y desencadenado una guerra civil. Se dejó llevar por los intereses egoístas de los que lo aconsejaban (80). El objetivo de Lavalle era luchar contra la tiranía y derrocar a Rosas. Lo derrotan pero no quiere aceptarlo, no ve la realidad.
            Fernando desciende al submundo y asume su lugar como héroe del mal. Los héroes del mal crean un equilibrio con los héroes salvadores. Los dos mundos se reflejan y se sostienen mutuamente. Un mundo es reflejo (deformado) del otro.

            Rebeldía e individualismo

            Alejandra y Fernando son los grandes rebeldes modernos. Se rebelan contra las fuerzas que condicionan la vida y determinan la existencia. Se rebelan contra dios (Alejandra) y contra el poder de la naturaleza (Fernando). Fernando es quien se sacrifica para entender el mal, es un mártir del mal. Eligen la muerte. Están enfermos, según el narrador: Fernando es un paranoico, y Alejandra siempre se muestra alterada: tiene ataques de epilepsia y arranques de rabia.
        Los rebeldes son individualistas, a diferencia de los personajes del pueblo, que muestran sentimientos de solidaridad y lealtad hacia el otro. En las escenas del bar de Chichín encontramos una visión idealizada del mundo popular; Tito, el amigo y protector de Martín, es un hombre del pueblo generoso y abnegado y se sacrifica por su amigo; los obreros peronistas, que se rebelan contra el levantamiento militar de la Aviación que masacra al pueblo en la Plaza de Mayo, y atacan las iglesias, son capaces de controlar su rabia  y comprender al otro, aunque ese otro sea alguien de la oligarquía que los desprecia.
Para Sábato el pueblo es un fuerza manipulable y puede ser destructiva. Es noble y bueno, pero no ha conquistado una conciencia independiente y no conoce la verdad. Es la fuerza social que apoya a Perón y puede llegar a conformar un fascismo criollo. Perón, para él, es el gran oportunista que puede aprovecharse de la lealtad de los trabajadores.

            Perón en la historia

          La figura de Perón domina la historia contemporánea: todos se manifiestan en relación a él. Los pobres y la clase trabajadora están de su lado. Los amigos de Martín en el bar de Chichín son partidarios de Perón. Los obreros lideran, en defensa suya, la quema de las iglesias, en el final de la segunda parte de la novela. La sirvienta que recoge a Martín en su momento de peor crisis representa los valores de esta clase trabajadora, a la que el Peronismo da un protagonismo histórico único. Son personajes altruistas que se definen en su relación con los demás. Su finalidad es dar.
            Los obreros y trabajadores forman parte de una familia. Aceptan a sus padres, como Tito (que vive con su padre) y Bucich, que habla con amor de su viejo, y se transforma en protector de Martín. Ante el héroe más vulnerable, Martín, son figuras paternas (Tito, Bucich) o maternas (Hortensia).
        Los héroes de la Argentina liberal, antiperonista, que consideran a Perón un dictador, son personajes egoístas, que viven para sí. Aún si participan en partidos políticos, como en su momento Fernando y Bruno, lo hacen buscándose a sí mismos. Los guía el deseo pequeño-burgués de encontrar su verdad, como una posesión preciosa, para sentirse justificados. No les importa realmente el otro, y por eso sucumben. Admiran el altruismo de otros militantes, anarquistas o comunistas, pero ellos son egoístas: Fernando busca el poder, sin importarle las consecuencias y Bruno quiere entender a los demás para llegar a crear la gran obra de arte. Alejandra no sabe lo que quiere, y es parte del mundo y el esquema de Fernando: están atados dentro del círculo del incesto. Son personajes sin salida, que se autodestruyen y arrastran a todos los que los quieren y se vinculan a ellos. Alejandra destruye a Martín, Fernando a todas las mujeres con las que se relaciona.
            Bruno, el gran testigo, es quien vive y sufre las angustias de los demás. Empieza siendo amigo y luego víctima de Fernando. Se le parece mucho. Es la parte buena de Fernando, que se salva en el arte.
         Los capitalistas cínicos están dentro de este mismo esquema: son los hombres que aman el dinero, Bordenave y Molinari. Se llevan bien con el poder y sacan provecho del régimen de Perón. Con su sentido de la realidad aconsejan a Martín, y explotan y prostituyen a Alejandra.
           Martín es el personaje puente entre el mundo proletario y el mundo pequeño burgués: une las dos historias de Argentina, la popular y la liberal. Al final de la novela se va al sur del país como ayudante del camionero Bucich. Se pasa simbólicamente al bando popular y peronista, que siempre fue solidario con él.

            El lugar de la verdad

          Los héroes del bien, Martín y Bruno, viven en un mundo en crisis, tratan de comprenderlo y luchan por encontrar la verdad. Esa búsqueda resulta ser la razón última de la novela. El conflicto es interior y exterior. Conflicto psicológico que se remonta a la historia individual de cada personaje, y conflicto exterior con el medio social. Bruno y Martín son los héroes que entienden poco y se equivocan, y por eso los héroes que representan el mal, Fernando y Alejandra, los aleccionan. Fernando le enseña a Bruno, y Alejandra a Martín. ¿Qué le enseñan? La verdad sobre el mundo y el amor desde su perspectiva.
Fernando y Alejandra viven una experiencia terrible: experimentan los extremos de la angustia. Viven torturados por sus estados mentales y por los propios desafíos que se imponen: Fernando, conocer el mal que domina al mundo; Alejandra, seguir a su padre en un círculo amoroso fatal que los destruye.
Al final de la novela el bien triunfa: triunfan Martín y su lucha, y Bruno y la literatura. Triunfa el tipo de literatura que quiere hacer Bruno, que es la misma literatura en que cree Sábato. Considera que la literatura es un proceso de autoexpresión cultural en constante estado de evolución.
Sábato encuentra un paraíso para el joven idealista que quiere amar, que busca la pureza y la autorrealización, y para el novelista que quiere dar testimonio del mundo. Este novelista, Bruno, persigue la profundidad y paga su precio. Vive la angustia de todos los otros. La condición humana es terrible, porque el hombre finalmente es una criatura condenada. Pero hay algo que tiene valor: la literatura.
La literatura es la panacea del hombre sensible, del artista pequeño burgués. Es la institución del gran arte. Sobre héroes y tumbas es una gran novela en cada sentido: extensa, comprensiva, abarcadora, revolucionaria. Sábato escritor está buscando con ella su propio absoluto.

            Las fuerzas irracionales

       La explicación del mundo para Sábato no puede ser totalmente racional. Sus héroes no encuentran su verdad en la lucha política ni en el amor salvador. Los consume una pasión que no entienden del todo, en la que conviven Eros y Tánatos, el amor y la muerte. Construyen para destruir después. Son víctimas del mundo, de su afán de saber y de la fidelidad con que persiguen su propio destino. Las apariencias racionales son engañosas. El anarquismo, el comunismo, son considerados autoengaños de la razón. La verdad sólo puede ser el hombre y su existencia. Esta condición es trágica y llena a sus personajes de pesimismo. Sufren, están desconformes, no pueden ser felices. Culpan a todos de su condición: a sus padres, a los que aman, a los explotadores, al gobierno que ven como tiránico.
Lavalle, para Sábato, es un rebelde equivocado que sigue fatalmente su sino. Le inspira respeto e inspira respeto a los demás. Líder de una insurrección militar contra el gobierno federal, violó el orden institucional y mató injustamente al Gobernador Dorrego, pero Sábato no lo considera un asesino. Siente que su lucha contra Rosas lo justifica y testimonia su derrota. Le parece que actuó legítimamente.[2]

            La caída y la crisis

            La grandeza del hombre, su soledad espiritual, su agonía, sólo se manifiestan en su caída y en los momentos de crisis. La crisis es consustancial, para Sábato, a la condición humana contemporánea. Esa crisis lleva al hombre a buscar una salida y luchar por encontrar su verdad. El origen de esa crisis es la falta de valores y la falta de dios: el hombre contemporáneo es un ser arrojado del paraíso. Por eso anda en medio del mal sin encontrar su salvación. Sí encuentra su perdición y su destrucción.
El héroe que sobrevive esa situación, Martín, deambula en un paisaje minado, amenazado por todo tipo de fuerzas destructivas: sin padres que lo apoyen, sin madre que lo ame, sin amante que lo quiera y lo respete y lo ayude. Sólo se compadecen de él los pobres, los peronistas, y Bruno lo escucha para escribir su novela.
La familia Olmos, de la que descienden Fernando y Alejandra, está podrida, enferma: la amenaza la enajenación y la locura. Escolástica es una demente que cuida la cabeza de su padre asesinado por la Mazorca, Bebe está loco, el abuelo Pancho sufre de locura senil, Alejandra está enferma y Fernando tiene rasgos dementes. (La huída de Lavalle ocurre también en un ambiente de enajenación: el General no acepta la realidad y marcha hacia su propia destrucción).
Martín tiene que sobrevivir en el ambiente hostil y terrible que le presenta la sociedad de su tiempo. Bruno ya ha pasado por eso y ha sobrevivido a su modo. Como Martín de Alejandra, Bruno estuvo enamorado de Georgina y sufrió su desdén. Fernando fue superior a él. Fernando era miembro del círculo familiar, y la historia de la familia Olmos se define dentro de su propio círculo: es la clase que se devora a sí misma, la antigua oligarquía venida a menos, decadente, llena de vicios. Otrora heroica, participó en la defensa de Buenos Aires, impidiendo la colonización inglesa. Durante las guerras civiles se alineó con los Unitarios centralistas contra los Federales, y luchó contra el gobierno de Rosas. El tirano pudo más que ellos.
Bruno se salva dando testimonio de lo que ha pasado. Es testigo de su tiempo. El es quien escribe la historia, y la Historia transforma la caída en lección. Ante la vista de todos está la decadencia argentina, la joven nación, víctima de sus taras históricas. La novela, gracias a él, se transforma en una gran alegoría. Es la nación que ve Sábato. Su pesimismo antiperonista y su desconfianza ante el poder del pueblo dominan su visión.[3]
           
            La conciencia intelectual de nuestro tiempo

            Si algo caracteriza a los escritores de la década del cincuenta y del sesenta es la fe en el poder intelectual y en el poder del intelectual, como artista y como vocero de los intereses de un sector social, para participar en la formación de un saber al que podemos llamar la conciencia intelectual nacional. Saber que busca concientizar y darle a cada individuo un sentido ético de la vida. Su visión de la sociedad contemporánea como sociedad en crisis les hace sentir que esa sociedad fallida necesita el remedio que sólo pueden aportar los intelectuales: las luces salvadoras. Herederos del iluminismo que fundó la revolución anticolonial e independentista argentina en el siglo XIX, los intelectuales se mueven dentro de la dialéctica de su evolución: la búsqueda del saber y la verdad, el cuestionamiento a la opresión y a la ignorancia, la búsqueda de la libertad y del lugar del hombre como individuo social.[4]
En esta novela proliferan las historias intelectuales. Cada héroe es prácticamente visto desde su historia intelectual: Bruno y Fernando, figuras antagónicas, pero también Alejandra, y muchos de los personajes menores, como el artista fracasado Vania, el obrero anarquista Carlos, el intelectual judío Max Steinberg y su madre Nadia. El narrador trata cada trayectoria vital tomando en cuenta la formación y las lecturas del personaje, dándole importancia al aprendizaje y a sus inclinaciones hacia el bien o hacia el mal, que parecen ser innatas.
El conocimiento no da al sujeto una superioridad ética, hay saber del bien y del mal, ejemplificado por Bruno y Fernando. Su visión de los seres humanos tiene elementos cristianos: los mejores son los más humildes. Los pobres son buenos, generosos. Ellos se salvan. Lo difícil es que alguien rico y poderoso pueda salvarse. El dinero es el peor corruptor de la sociedad, mensaje anticapitalista. Así, los empresarios Bordenave y Molinari resultan los peores, porque mienten y corrompen (Bordenave prostituye a Alejandra), y no tienen compasión (Molinari le niega trabajo a Martín).
El dinero es maléfico. La secta de los ciegos utiliza el dinero para dominar el mundo. La alianza entre el poder político y el poder económico crea una base de poder totalitaria.
Sábato crea situaciones que tratan de demostrar que el Peronismo convive con la ultraderecha. Así cuando Martín, junto a Alejandra, va a conocer a Bruno en un bar del centro de Buenos Aires, los miembros de la Alianza hablan en la calle por altoparlante contra la oligarquía y los judíos (138).
Sábato consideraba que el Peronismo coartaba la libre expresión y la libertad de reunión política, así que al proponer que los militantes de la Alianza tenían permiso del régimen para manifestar en público está acusando a Perón de apoyar el mensaje político de la Alianza o simpatizar con él. También en el episodio al fin de la segunda parte, cuando manifestantes armados atacan y queman la iglesia, un testigo dice que son de la “Alianza” (228). Martín interviene en la escena junto a un obrero peronista y ayudan a una mujer de la oligarquía a salvar unas casullas. Sábato presenta una situación ideológica confusa, dando a entender que grupos de derecha properonista lideraban la acción. La mujer luego le pregunta a Martín si es peronista y éste no contesta, ni afirma ni niega. Martín se siente mucho más cerca del obrero peronista que de la mujer de la oligarquía, que salva objetos de la iglesia pero afirma que hay que acabar con Perón, y no manifiesta compasión cuando el obrero le dice que la violencia contra las iglesias era una reacción por los bombardeos de la Plaza de Mayo, que habían causado multitud de muertos (234).
En su ensayo El otro rostro del peronismo, 1956, Sábato condena a Perón, al que considera un demagogo y un tirano, pero reconoce la importancia que las ideas de justicia social tenían para los trabajadores (40-43). Sábato expresa allí la necesidad de reivindicar socialmente a los obreros. Defiende la justicia social.
           Para Sábato el intelectual está moralmente obligado a denunciar las injusticias y ser sincero, sin importarle el riesgo personal. El mismo lo hace en sus escritos y de ahí su constante conflicto con distintos sectores del espectro ideológico nacional (Foffani y Chiani 578-86). Se comporta como un intelectual sartreano.[5]

            Liberalismo y vida social

            La visión que presenta Sábato de su sociedad tiene resabios organicistas. Sus integrantes son seres inestables que buscan el equilibrio y la adaptación. Pueden enfermar y entrar en crisis. La locura y el desequilibrio amenazan constantemente al artista, y a todo individuo creativo, como Bruno y como Fernando.
            Podemos entender Sobre héroes y tumbas como testimonio de la manera en que los liberales pequeño burgueses de la sociedad civil argentina vieron la vida social durante la década del cincuenta, y su interpretación de la historia nacional, repetidamente referida en la  novela. Sábato da a la historia nacional un papel protagónico en el desarrollo de la trama. Tiene personajes que la representan: el joven soldado Elmtree, que llega con el ejército invasor durante las Invasiones Inglesas y se enamora de una joven criolla, cambia de nombre y da origen al apellido Olmos; el General unitario Lavalle, enemigo a muerte de la tiranía rosista; Carlos, Fernando y Bruno, que militan en el anarquismo primero y luego en el comunismo; Alejandra, joven bella y cruel, princesa y dragón, símbolo de la Argentina; el obrero peronista que salva objetos religiosos porque íntimamente es cristiano.
Para Sábato la historia es defectuosa y arrastra sus taras y enfermedades. No cree en la interpretación dialéctica de la historia, según la cual la sociedad evoluciona hacia su perfección y liberación. Esta historia liberal lleva a Lavalle a la destrucción. Sábato superpone la visión mítica a la visión liberal. La visión mítica condena a Fernando y a Alejandra y los lleva a la muerte.  La historia es cíclica y recurrente, se cierra sobre sí misma y la familia liberal no tiene salida: el padre viola a la hija y la hija mata al padre y se suicida. La familia autocrática liberal, representada por Lavalle, los Olmos, Fernando y Alejandra, se autodestruye. No entienden la realidad, viven de espaldas a ella.
Los trabajadores y obreros son íntimamente buenos y se salvan. Sus personajes, como Tito, Bucich y Hortensia, no viven en pareja, pero tienen fe en los sentimientos y en el amor. El amor filial para ellos es tan o más importante que el amor erótico. Responden a los intereses de su grupo, al que defienden. Son optimistas, creen en la vida y critican a su sociedad mezquina. El futuro es de ellos.
Sábato no cree en la salvación dentro de la Historia. Sus héroes trágicos se salvan en la lucha individual contra el destino. Son héroes adquisitivos, pequeño burgueses, que acumulan saber. Atraviesan pruebas terribles. En la novela sólo Martín y Bruno pasan estas pruebas y logran sobrevivir. Estos dos héroes permitirán a Sábato demostrar lo que es novelar y qué es la literatura: uno es el personaje que protagoniza la historia central del libro y el otro el narrador-testigo-personaje que escribirá la novela. La novela será el testimonio de la experiencia excepcional de un personaje y de la búsqueda incondicional de la verdad del otro.
La novela es el espacio que acumula el saber de la historia fallida de la modernidad y trata de ir más allá. La literatura es así una institución rica, dinámica, moderna, adquisitiva y responde a la idea de progreso de la pequeña burguesía nacional.
Podemos leer la trama de la novela como la alegoría de las luchas de la pequeña burguesía, que se enfrenta al peronismo populista y teme el poder del caudillo sobre las masas. El Peronismo parece desencadenar un fantasma histórico del inconsciente colectivo nacional: el de la barbarie. La barbarie de los caudillos como líderes de las masas populares, representada por el gobierno de Rosas, al que se enfrenta Lavalle, y la barbarie del gobierno peronista que gobierna argentina durante el período en que se desarrolla la historia de la novela.
Esta novela epitomiza el momento de ascenso de la conciencia de la modernidad en la Argentina de los años sesenta. Aclaremos que en esos años los intelectuales conciben al menos dos modelos de modernidad: la modernidad existencial representada por Sábato y la modernidad revolucionaria representada por líderes de movimientos sociales como el Che Guevara. Superar ese momento histórico, con todas las lecciones que dejó para nuestra sociedad, y pasar a la postmodernidad, requeriría resolver las contradicciones que mostramos aquí. La primera novela futura, que tendría posibilidad de ser leída en esa clave, considero, sería Respiración artificial, 1980, de Ricardo Piglia.
           
            La falla de la razón

          Todos los personajes pequeño burgueses de la novela son impulsados por fuerzas e intereses espirituales que los llevan a una búsqueda sin atenuantes de una verdad personal. El artista pequeño-burgués desea la realización espiritual, sobre todo dentro de su arte. Lo impulsan fuerzas que no comprende del todo y lo arrastran. Estas fuerzas son irracionales y pueden salvarlo o perderlo. Martín, el joven sensible que está en pleno momento de desarrollo y aprendizaje, se salva, a pesar de haber conocido a Alejandra, signada por la destrucción. Vania, sin embargo, termina en la locura. El suicidio, el asesinato y la locura los asecha.
            El héroe, dije, busca la verdad. Para alcanzar la verdad el héroe tiene que aprender y aceptar la existencia con su carga de tragedia. En la existencia reside un tipo de verdad, que no  es totalmente satisfactoria ni se basta a sí misma. Los personajes experimentan terribles sufrimientos. Los vaivenes de los grandes encuentros y desencuentros azarosos moldean sus destinos.
El arte expresa otra verdad posible. La visión del arte muestra que se puede buscar un ideal de perfección y de autorrealización. El artista pequeño burgués persigue su paraíso buscando una salida que sea a un tiempo espiritual e individual, a medio camino entre el viejo ideal colectivo de la religión y la búsqueda  individual del antiguo arte burgués. El hombre no se basta a sí mismo. Está incompleto y sufre su crisis existencial.
            Encontramos un nuevo sector social que expresa una verdad colectiva, no individualista: el de los obreros y trabajadores pobres. Son los nuevos actores de la política, el elemento dinámico insoslayable. Y junto a ellos el actor que caduca: la antigua oligarquía en decadencia. Su síntesis es la nueva argentina de Perón: Sábato, el artista, refleja su tiempo.
El pueblo obrero se enfrenta a la Iglesia, aliada del Ejército y de la alta burguesía antiperonista. Comienza la resistencia del pueblo peronista ante la embestida golpista. Sábato presenta el enfrentamiento de los actores políticos: el pueblo, la oligarquía y la clase media, en la quema de las iglesias, después del criminal bombardeo de Plaza de Mayo. En este punto concluye la trama política de la novela y comienza una historia nueva: la gesta del pueblo peronista que busca su liberación. La novela termina al comenzar la Resistencia. Es el final del primer Peronismo.
          Desde su perspectiva la razón ha fallado. Esta es la convicción de Sábato: ya al rechazar la ciencia, en su juventud, había planteado que la razón no le servía al hombre para vivir. La razón estaba en conflicto con la vida y la vida debía prevalecer.
Este vitalismo existencialista lleva a Sábato a pensar en el papel de los grandes actores sociales, como Lavalle y Perón, en la historia. Si bien mira críticamente ambos casos, plantea la necesidad ética de la justicia para el pueblo y las masas. Las masas peronistas tienen sus razones para actuar: quieren vengarse de los ultrajes padecidos. La oligarquía, en cambio, es brutal y cínica, y aprueba la masacre del pueblo indefenso. La amenaza no es la pulsión de las masas sino el egoísmo de los capitalistas.
           En un mundo sin dios los personajes sienten necesidad de buscar valores absolutos. No los pueden encontrar en su sociedad, que es el espacio de lo circunstancial y lo relativo. El único mundo capaz de albergar la necesidad espiritual del hombre, para Sábato, es el del arte. La obra de arte puede contener su propia propuesta metafísica al problema de la vida.
En el arte el hombre se salva a sí mismo y salva al hombre. El hombre, el artista, está obligado a salvar a la humanidad. Debe decir su verdad. Esta responsabilidad agobia al artista, y lo llena de culpa. Por eso su aparente pesimismo. Digo aparente, porque en realidad el artista sabatiano es un ser espiritual lleno de esperanza, todo lo espera de la vida. Este artista de la vida es realmente un humanista.
En Argentina Sábato define un nuevo tipo de humanismo no marxista, que rechaza el racionalismo lógico historicista, y busca la verdad cerca del hombre común, del hombre del pueblo.

            Conclusión

            La novela no busca darnos un mensaje unívoco. Sus personajes y sus historias son ambiguos y polivalentes, mostrándonos al mundo en su diversidad. Procura apartarse de una imagen esencialista del mundo. Lo que llamamos realidad no es definible en toda su complejidad, sólo podemos intentar describirla parcialmente. Sobre héroes y tumbas es un intento por captar la diversidad de la vida histórica y la conflictiva existencia argentina durante el primer Peronismo.
Es fiel a su tiempo y las soluciones artísticas que Sábato encuentra son sumamente efectivas. Es probablemente la novela que mejor logra presentar la problemática argentina desde la perspectiva del público ilustrado pequeño burgués que desea ver la literatura como reflejo de su tiempo.
Sábato trata de entender el populismo peronista desde su óptica liberal. Los liberales polemizaban con el sector pequeño burgués nacionalista antiliberal, al que pertenecía Perón, y que en Argentina representaban escritores como Scalabrini Ortiz y Jauretche.
En la Argentina de la época no hay otra literatura nacional que pueda competir, en calidad y reconocimiento, con la que produce la pequeña burguesía ilustrada, representada por escritores de gran prestigio internacional, como Borges, Sábato y Cortázar.[6] Nuestra literatura nacional ha tenido desde sus orígenes una élite de escritores ilustrados, como Varela, Echeverría y Sarmiento, de tendencia libertaria y jacobina, en la que vive el mejor espíritu de los enciclopedistas franceses, que han guiado nuestro pensamiento político durante más de doscientos años.[7]
Algunos escritores contestatarios disintieron con la ideología liberal pequeño burguesa y se enfrentaron a ella, como José Hernández y Rodolfo Walsh, cuya obra nos ha marcado profundamente. Estos últimos eran periodistas y estaban en contacto con su pueblo. Vieron la realidad desde otra perspectiva: la del campo, la de la fábrica, la de los barrios pobres de los trabajadores con los que se identificaron. Su obra expresa profundamente su desacuerdo con la sensibilidad liberal y la critican.
La visión política de Perón y la de Evita también difieren, por distintos motivos, con esa sensibilidad. Evita era una muchacha pobre de campo ganándose la vida en el medio feroz y competitivo del teatro comercial porteño; Perón, oficial del Ejército, había confraternizado en los cuarteles con los soldados pobres, era antiimperialista, odiaba a la oligarquía y conocía mejor la geografía política de la Argentina que las elites liberales urbanas.
            Los escritores liberales no están de acuerdo sobre lo que constituye el pueblo. Para la pequeña burguesía la noción de pueblo es conflictiva: es muy diferente lo que entiende por pueblo Borges en sus primeros libros de poesía y en Evaristo Carriego, durante el Irigoyenismo, con el que simpatiza, que lo que entiende Sábato en Sobre héroes y tumbas, según la imagen que nos da de los personajes populares del bar de Chichín y de los obreros que atacan las iglesias. Estos escritores no saben bien donde ubicar al pueblo ni cómo interpretarlo. Lo observan desde fuera de sus intereses de clase. O lo idealizan o lo demonizan.
El pueblo adquiere visibilidad política y realidad tangible con el gobierno peronista, que interpreta la política como acción y como doctrina. Perón da poder político a los trabajadores, héroes de su Movimiento. Los organiza en una confederación de sindicatos unificados, y con su gobierno los legitima. Frente a este fenómeno la clase media liberal reacciona con desconfianza y mezquindad, y comienza un enfrentamiento de clases como no se había visto antes durante el siglo XX en Argentina. Este enfrentamiento de clases lleva a la epopeya de la Resistencia peronista, que tan bien describen Pino Solanas y Octavio Getino en su película testimonial La hora de los hornos, 1968.
           El arte liberal pequeño burgués testimonia, sin comprenderlo, ese enfrentamiento. Demuestra que en toda sociedad el arte verbal, independientemente de su intención e ideología, es producto de una situación histórica concreta. La élite liberal expresa los intereses de aquello que denominamos literatura culta, institución que se define en relación a la historia de sus pueblos y a su lengua. La literatura no es una esencia, es una práctica social, y cada uno de sus elementos es susceptible de ser entendido e interpretado con criterio histórico.
La literatura pequeño burguesa no está preparada ni sabe cómo entender ni interpretar un fenómeno social popular como el Peronismo. Los sectores sociales peronistas, sus militantes del pueblo pobre, no se sienten representados por la literatura, que es un arte de clases limitado por las aspiraciones de un grupo. Mejor los representa el arte popular: la canción popular, el cine popular y los deportes, las fiestas populares. Sus intereses políticos se expresan mejor en las marchas multitudinarias y las movilizaciones que en las reuniones partidarias. Su problemática escapa a la comprensión individualista y limitada del arte pequeño burgués. Sólo el cine documental y la crónica periodística pueden captar el fervor de estas manifestaciones. Los documentos sociales más importantes de aquella época, son la crónica de investigación Operación masacre, de Walsh, 1957, nuestro nuevo Martín Fierro, y La hora de los hornos, 1968, la película testimonial de Getino y Solanas que analiza el movimiento de masas que lideró el Peronismo, y deja en claro que este movimiento criollo fue totalmente distinto en su carácter y en los intereses que defendía de las movilizaciones nacionalistas del fascismo europeo.[8]  
Esta novela de Sábato es un pivote que separa dos etapas de la vida argentina: la etapa del primer Peronismo y la resistencia peronista, de la etapa de las insurrecciones de izquierda y la militancia guerrillera de las organizaciones armadas, que Sábato tomaría como tema de su próxima y última novela: Abaddón el exterminador, 1974.



                                                            Bibliografía citada

Balderston, Daniel. Out of Context. Historical Reference and Representation of 
            Reality in Borges. Duke University Press, 1993.
Carricaburo, Norma. “Nota filológica preliminar”. Ernesto Sábato, Sobre héroes y 
            tumbasXVI-LXX.
Cohen Imach, Victoria. “Ernesto Sábato y los debates de un campo intelectual (1955-
            1961)”. Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas… 620-638.
Foffani, Enrique y Miriam Chiani. “La recepción de Sobre héroes y tumbas en el campo
intelectual y literario de los años sesenta.” Ernesto Sábato, Sobre héroes 
 y tumbas578-619.
Oberhelman, Harley. Ernesto Sábato. New York: Twayne Publishers, 1970.
Pérez, Alberto Julián. “El testamento político de Perón”. Historia 103 (Sept 
             2006): 28-43.
Potash, Robert. “Las Fuerzas Armadas y la era de Perón”. Nueva Historia Argentina. 
             Los años peronistas (1943-1955). Tomo VIII. Director del tomo: Juan 
             Carlos Torre. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2002.  79-124. Traducción
             de Horacio Pons.
Sábato, Ernesto. El otro rostro del peronismo. Carta abierta a Mario Amadeo. 
             Buenos Aires: Imprenta López, 1956.
---. Sobre héroes y tumbas. Poitiers: Colección Archivos/Alción Editora, 2008. 
             Edición crítica. María Rosa Lojo, Coordinadora.
---. El escritor y sus fantasmas. Obras II Ensayos. Buenos Aires: Editorial Losada, 
             1970. 453-802.
---. Abbadón el exterminador. Barcelona: Editora Seix Barral, 1991. Edición 
              definitiva.
Sartre, Jean-Paul. L’Existentialisme est un humanisme. Paris: Editions Negel, 
             1957. Primera edición 1946.





[1]  Se acusó a Borges de ser un escritor escapista, que no asumía los problemas sociales de su tiempo. Muchos de sus cuentos, sin embargo, nos introducen en situaciones históricas conflictivas. En “Deutsches Requiem” se mete en la conciencia de un intelectual torturador para interpretar el por qué de la ideología nazi, y en “El milago secreto” denuncia la victimización de los intelectuales judíos durante la invasión alemana de Polonia. En “El fin” condena el racismo del personaje de Martín Fierro, cuando insulta y mata al negro, y escribe un nuevo final, en que su hermano lo venga y mata a Martín Fierro. En “El informe de Brodie” el personaje describe su encuentro de un pueblo “bárbaro” en Africa, demostrando su humanidad y civilización esencial. En “Historia de Rosendo Juárez” reescribe la historia de “Hombre de la esquina rosada”, mostrando cómo ha cambiado el personaje, que, pasados los años, condena la violencia gratuita y aconseja vivir en paz y trabajar. Si bien Borges no creía que el escritor estuviera obligado a tener un compromiso político, su postura ética es central en su visión del mundo (Balderston, Out of Context 1-17). 
[2]  Sábato, al juzgar el golpe militar que derrocó al gobierno constitucional de Perón, se pone otra vez de parte de los golpistas. Declara que es feliz, sirve al gobierno de Aramburu, aunque luego, por disidencias, renuncia a su puesto como director de Mundo argentino. Se alinea con la mayoría de los escritores liberales, que justificaron el golpe, por considerar a Perón un tirano (El otro rostro del peronismo 28-32).
[3]  Su pesimismo no se deriva del ensayo nacional de los años treinta, como creyó Ludmer: Sábato está bien instalado en el ensayo existencial de esos años. Debate otros problemas. La cuestión principal para él es la posibilidad del humanismo en tiempos que considera totalitarios. No veo a Sábato alineado con Martínez Estrada, Mallea o Murena, sino con el Sebreli de los años sesenta, el autor de Eva Perón, ¿aventurera o militante? (Foffani y Chiani 604-7).
[4]  En esta situación es fundamental el ejemplo que aportan los escritores franceses de la entreguerra y la posguerra europea, Sartre y Camus, que creyeron en la misión del intelectual y la ejercieron lo mejor que pudieron. Buscaron definir la figura del intelectual como militante que resiste luchando por los derechos del hombre. Este militante no se compromete definitivamente con una ideología: su guía es su propia conciencia y la búsqueda incondicional de libertad. (Sartre 53-8)
[5]  Sartre buscaba que el intelectual escogiera, hiciera uso de su libertad y actuara. Para Sartre el hombre es lo que hace y no es otra cosa que su vida misma (L’ Existentialisme est un humanisme 53-8).
[6]  Esto es lo que llamamos literatura en Argentina. La literatura nacional no trasciende nuestras limitaciones históricas e ideológicas: es literatura burguesa y pequeño burguesa, tal como se ha venido formando hace doscientos años.
[7]  Borges mira críticamente ese humanismo liberal. Tiene una visión personal y revolucionaria del arte. Su idea de una literatura reflexiva, crítica y autoconsciente transformó nuestras letras: hay una literatura nacional antes de Borges y otra después de él. Borges fue cambiando con los años: el joven Borges, criollista y populista, es distinto al Borges más liberal de la década del treinta y el cuarenta, y al Borges escéptico y políticamente conservador de su madurez.
[8] El Peronismo fue un movimiento social comprometido con el progreso político de las masas de trabajadores. Su ideología tiene muchos puntos en común con la democracia cristiana. Puede ser interpretado como un tipo de democracia cristiana laborista distributiva y solidaria que mantiene una posición crítica frente a las instituciones de la vida moderna en los países dependientes en desarrollo, incluidas la iglesia, el ejército y la burocracia política.
El fenómeno del chavismo en Venezuela tiene un fuerte paralelo con el peronismo, aunque el momento social es diferente y la situación geopolítica de Venezuela distinta a la de Argentina. Ambos líderes, Perón y Chávez, provienen del Ejército. Su actuación política los llevó a enfrentarse con la institución militar. El chavismo aporta a la política latinoamericana ideas socialistas que siempre interesaron a Perón, que prefirió llamar a su doctrina el Justicialismo (Pérez 28-43).


                                         Publicado en Alba de América 59 (2011): 387-409.

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